La terapia sexual persigue un buen acoplamiento sexual que influye no sólo en el bienestar y la felicidad del individuo sino que lo consideramos también un indicador de salud y un factor determinante en el éxito de la pareja.
Muchas cosas han cambiado y en pleno siglo XXI la sexualidad humana ya no está asociada necesariamente con la procreación ni se limita única y exclusivamente a practicar la penetración o coito sino que, en la actualidad, la consideramos como una conducta más que es fuente de gratificación, comunicación y de placer.
En lo referente a la sexualidad, la pareja actual está en crisis porque las mujeres ya no aceptan el esquema del pasado y todavía no hemos sido capaces de inventar un nuevo modelo de relacionarnos. Los roles del hombre y la mujer están en movimiento. El encuentro sexual es un desafío para la nueva pareja; cada uno teme perder su identidad. Los juegos de la conquista, los ritos del cortejo van desapareciendo entre luchas de rivalidad y competencia. La mujer pretende una relación igualitaria y el hombre teme perder su “masculinidad”.
Antes, cuando el placer sexual era sinónimo de orgasmo masculino, el hombre se sentía seguro pero desde que esto ha cambiado y el placer ahora es cosa de los dos, los hombres empiezan a sentir el displacer del miedo a no saber dar placer.
En esta situación de desencuentro entre un modelo sexual masculino obsoleto y un nuevo modelo sexual femenino nos encontramos a un importante colectivo de parejas desorientadas que, por ensayo y error, están construyendo un nuevo paradigma y una nueva forma de relacionarse.
Así encontramos datos de encuestas recientes realizadas en España que ponen de manifiesto que más de la mitad de las mujeres y uno de cada cinco hombres reconoce no estar satisfecho con su vida sexual.
Una vida sexual sana y gratificante comienza con la conquista de la congruencia sexual de cada uno de sus miembros. Es decir, cada uno de los miembros debe trabajar para conocer cuál es su propio código sexual sin que esté contaminado por mitos y creencias erróneas que nos han transmitido acerca de la sexualidad. Cuando un pareja comienza la convivencia y con ella la fase de sexo estable, la pareja comienza a elaborar implícitamente un código común de comportamiento sexual que deberá conciliarse en torno a cuatro variables: iniciativa, frecuencia, ritual y resolución.
- Iniciativa: en principio quien toma la iniciativa es irrelevante ya que lo que importa es que los dos estén de acuerdo con el modelo que están estableciendo. Lo que ocurre es que, con el tiempo, puede convertirse en un problema si se han decantado hacía un modelo unilateral, es el mismo miembro de la pareja el que siempre inicia el contacto sexual.
- La frecuencia: esta es una variable que no debe pactarse ya que quien lo marca es el propio deseo sexual en función del grado de enamoramiento y del nivel de energía sexual y contravenir estos principios resulta contraproducente. Cada miembro de la pareja tiene derecho a satisfacer sus propias necesidades y esto es válido para quien tiene bastante con una vez a la semana como para quien necesita diariamente la sexualidad. El problema surge en cómo conciliar frecuencias tan discrepantes.
- Los rituales: entendemos por rituales el conjunto de prácticas que forman el repertorio sexual de la pareja. Que estas prácticas estén consensuadas, los dos miembros estén de acuerdo y se sientan cómodos con ellas, es fundamental para el buen acoplamiento sexual. Traicionar nuestros valores nunca evita conflictos sino que los crea. Gran parte de los cuadros de disfunciones sexuales como la inhibición del deseo, la anorgasmia, la eyaculación precoz o la aversión sexual nos encontramos con que en su origen fueron simples aceptaciones de prácticas sexuales que contravenían el código de quien las aceptaba. Para disfrutar de una sexualidad gratificante, los dos miembros deberán practicar rituales que sean concordantes con sus necesidades, valores y principios.
- La resolución: En la última fase de la respuesta sexual hemos de considerar tres categorías de problemas que suelen darse: los relativos a la frustración sexual cuando no se produce el orgasmo, el de la expresividad orgásmica y el de la afectividad posorgásmica:
- Frustración sexual: entendemos por frustración sexual a la defraudación de la expectativa del placer orgásmico, bien porque éste no resulta placentero o bien porque la excitación no culmina con el orgasmo. La frustración orgásmica es una de las causas más importantes de la inhibición del deseo femenino, y un factor de primer orden en la génesis de muchos fracasos del acoplamiento sexual.
- La expresividad orgásmica: nos referimos a la expresión verbal y corporal que acompaña al reflejo orgásmico. Este repertorio expresivo puede ser tan distinto, que cuando la pareja manifiesta el placer de una forma muy constrastada, puede convertirse en una fuente de conflicto.
- La afectividad posorgásmica: el acoplamiento sexual no sólo implica un antes y un durante sino que necesita también del después. La forma de vivir este después encierra diferencias de género tan notables que ésta variable polariza mayor número de quejas femeninas, incluso en parejas bien acopladas.
La respuesta sexual humana sigue una secuencia de respuestas fisiológicas que suelen darse en todas las personas y tienden a ser predecibles.
La primera descripción de la respuesta sexual fue elaborada por H. Ellis en 1906. Propuso la existencia de las fases de la tumescencia y la detumescencia, haciendo referencia la primera a la acumulación física de la energía sexual y la segunda a la liberación de la misma.
En 1927, Reich, habla de otras dos fases: el control voluntario de la excitación y las contracciones involuntarias propias de la respuesta orgásmica.
En 1966, Masters y Jonhson ahondan en el estudio de la respuesta sexual, convirtiéndo su investigación en un gran hito científico.
Más tarde, en 1979, Kaplan añade la fase de deseo. Carrobles y Sanz añaden una última fase, la de valoración de la respuesta sexual, que tiene que ver con la satisfacción o no de la experiencia sexual.
Fases la respuesta sexual:
- Fase de deseo: fisiológicamente, el deseo es un impulso producido por la activación de un sistema neuronal específico en el cerebro. En el varón y en la mujer, la principal hormona vinculada con el deseo es la testosterona. El deseo sexual es, como el hambre o la sed, una neceisdad que busca ser saciada. Pero en el ser humano está determinado no sólo por factores fisiológicos sino también por factores psicológicos, culturales y sociales. La experiencia clínica nos dice que, cada vez más, las personas tienen problemas con su deseo sexual.
- Fase de excitación o meseta: en la que aumenta la tensión sexual y en la que se incluye la lubricación y expansión de los dos tercios de la vagina, vasocongestión de los labios mayores y menores junto a la erección del clítoris de la mujer, y a la erección del pene y la elevación de los testículos. Si la excitación se mantiene, el tercio exterior y la entrada de la vagina adquiere una mayor hinchazón, el clítoris se retrae hasta la unión de superficies óseas del pubis aumentando la vasocongestión genital; en el hombre, el glande y el tronco del pene aumentan de tamaño así como los testículos continúan elevados.
- Fase orgásmica: la vasocongestión y miotomía desarrolladas hasta el momento se liberan produciéndose una serie de contracciones espasmódicas en la zona genital que luego se extienden por el resto del cuerpo. En la mujer supone las contracciones musculares del tercio exterior de la vagina, del útero y de la zona anal. En el varón conlleva la contracción de los órganos genitales internos y el segundo la contracción del pene y la uretra con el que el semen es expulsado al exterior a borbotones (fase de eyaculación).
- Fase de resolución o periodo refractario: después de la descarga orgásmica se entra en un periodo de resolución o refractario en el que la vasocongestión y miotomía acumulada en diversos órganos y partes del cuerpo va perdiéndose de forma gradual hasta llegar al estado previo de reposo.
Uno de los principales motivos de malestar o insatisfacción sexual se debe a lo que se conoce como disfunciones sexuales o trastornos sexuales y sin embargo sólo una de cada tres personas busca ayuda profesional al respecto. Se trata de un problema lo suficientemente frecuente e importante como para perder el miedo a hablar de él.
Una disfunción sexual es la ausencia o modificación de una o varias fases de la respuesta sexual (deseo, excitación, orgasmo, resolución y satisfacción).
En relación a las causas, nos encontramos con que lo más frecuente es la multicausalidad: la unión de factores psicológicos con factores biológicos u orgánicos y factores de tipo socioeducativo.
Factores psicológicos: los seres humanos basamos nuestro comportamiento en conseguir atención y afecto, así evitamos lo que nos incomoda y buscamos aproximarnos a conductas placenteras. Cuando una respuesta sexual no es agradable se produce entonces una alteración emocional que habitualmente conlleva una serie de expectativas negativas que dificultan la realización completa del acto sexual. Los factores psicológicos se pueden dividir en factores interpersonales y personales:
- Factores interpersonales. Los más frecuentes suelen ser los problemas de pareja, que se suelen dar cuando no se sabe resolver un problema sexual por una deficiente comunicación y se hace responsable al otro; la responsabilidad de un problema de este tipo es mutua. En otros casos se une el sexo como elemento de lucha por el poder o el control, como moneda de cambio o como pago a un hecho que nos molesta del otro. También cuando hay falta de atracción física o un desencanto emocional largamente vivido.
- Factores personales. La falta de información sobre la sexualidad ha provocado que muchos problemas sexuales no se hayan resuelto, sobre todo en las personas mayores a las que les faltó una adecuada educación sexual. Sin embargo, todavía se observan muchas lagunas en la educación sexual que perpetúan mitos que dificultan una vida sexual satisfactoria. Estos mitos o ideas irracionales suelen provocar desajustes en la relación de pareja con respecto a lo que es o no correcto. Esta falta de información con respecto al sexo influye mucho en la actitud hacia el mismo. La sexualidad debe ser vivida como algo normal, satisfactorio y placentero y no como algo oscuro o sucio. Así encontramos frecuentemente las siguientes conductas:
- Miedo al fracaso: miedo a no responder a una relación sexual cuando no se ha tenido una o las anteriores no han ido como esperaban. Este factor no sólo se da durante la relación sexual sino que se puede mostrar como un pensamiento recurrente a lo largo del día. Ansiedad de ejecución: dicha ansiedad, al igual que el miedo, disminuye las respuestas placenteras y altera el organismo, dificultando las reacciones fisiológicas necesarias para la respuesta sexual.
- “Rol del espectador”: asociado al anterior, consiste en autoobservar la respuesta sexual para evaluarla. Al ser la excitación y el orgasmo un reflejo involuntario, su control impide la erección, la lubricación vaginal o la consecución orgásmica. Dichas ideaciones recurrentes dificultan el disfrute de la relación sexual.
- Estrés: el cansancio y la excitación extrema, sea por motivos educativos, laborales o sociales hacen que la respuesta sexual sea de peor calidad.
- Problemas psicológicos: cuando uno de los dos miembros de la pareja o una persona presenta problemas de carácter psicológico (depresión, anorexia, ansiedad, etc) puede mostrar efectos contraproducentes tanto de la propia enfermedad como del medicamento usado para tratarla.
Factores biológicos: existen varias patologías, enfermedades médicas y fármacos que interfieren en los procesos neurológicos, vasculares o endocrinos de la respuesta sexual humana.
- Problemas vasculares: cualquier problema de este tipo puede impedir la vasocongestión de la zona genital pudiendo causar problemas en la fase de excitación (erección en el varón y problemas de lubricación y tumefacción vaginal en la mujer). Por citar algunas: arteriosclerosis, hipertensión arterial, diabetes mellitus, hiperlipemia (colesterol). También el abuso del alcohol y del tabaco suelen tener consecuencias en la vascularización del aparato genital humano.
- Problemas neurológicos: las lesiones medulares pueden causar dificultades en la excitación, orgasmo o eyaculación en función del grado de afectación de la médula espinal; también la esclerosis múltiple y las fracturas craneales con afectación neuronal pueden dificultar la relación sexual.
- Problemas endocrinos: problemas hormonales, como el déficit de testosterona o elevados niveles de prolactina. Otros trastornos derivados de lesiones testiculares, hipófisis, tiroides o suprarrenales suelen aparejar bajo deseo sexual.
- Problemas farmacológicos: los principios activos de varias medicaciones pueden afectar al rendimiento sexual. Se conocen efectos negativos en medicación neuroléptica o antipsicótica, antidepresivos, antihipertensivos y ansiolíticos.
Factores socioeducativos: existen factores que tienen que ver con la educación sexual adquirida por la persona. Los mitos y los tabúes pueden ser determinantes a la hora de dificultar una vida sexual sana y saludable.
- Culto al coito: en nuestra cultura la conducta sexual por excelencia de los adultos es el coito. Centrarse excesivamente en este tipo de conductas hace que muchas personas no valoren otros aspectos del contacto físico o demostraciones de afecto que no incluyan dicha práctica, llegando a despreciar a quienes proponen su realización.
- Represión: muchas represiones sexuales dificultan el desarrollo de una conducta sexual sana, esto suele ser común en las personas mayores que no tuvieron la adecuada información; también una excesiva liberalidad en las relaciones, que suele ocurrir entre los jóvenes, suelen originar incomodidad si no se establecen vínculos afectivos.
- Rigidez en roles de género: la defensa a ultranza de lo que puede hacer o no un género suele llevar a muchos desencuentros sobre lo que se debería hacer y cómo se debería actuar en las relaciones sexuales.
- La educación familiar: la educación modelada por los padres puede llegar a ser muy restrictiva y estricta, sobre todo en la mujer.
- La belleza: la presión social para ser bello, tener un cuerpo agraciado y joven, la preocupación por mostrarse atractivo y seductor, por agradar y valorar nuestro cuerpo a través del filtro de los demás afecta a la propia vivencia.
- Fase de deseo:
- Deseo sexual hipoactivo: disminución de fantasías y deseos sexuales de forma persistente o recurrente con falta de interés para mantener relaciones sexuales.
- Aversión sexual: desagrado y aversión de relaciones sexuales.
- Adicción al sexo: comportamiento compulsivo y dificultades para controlar el deseo (hipersexualidad).
- Fase de excitación:
- Trastorno de excitación sexual en la mujer: la antiguamente llamada “frigidez” y que consiste en la incapacidad para obtener o mantener una lubricación y otras respuestas fisiológicas de excitación.
- Disfunción eréctil: la mal llamada “impotencia” que supone la incapacidad para obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual (coito).
- Fase orgásmica:
- Trastorno orgásmico: tanto en la mujer como el hombre es la ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo tras una fase normal de excitación.
- Eyaculación precoz y retardada: la primera se produce ante una excitación mínima y la segunda significa no poder llevarla a cabo en una relación sexual extensa.
- Trastornos sexuales por dolor.
- Dispareunia: dolor genital asociado a la relación sexual (coito).
- Vaginismo: espasmos de la zona peritoneal de la mujer que interfiere en el coito.