El trastorno por ansiedad generalizada (TAG) se caracteriza porque las personas que la sufren se preocupan de forma continuada, excesiva y exagerada sobre aspectos de su vida como por ejemplo la salud, la familia, el trabajo, la pareja, los hijos o el futuro. Esto sucede de forma que anticipan desastres o catástrofes tanto con respecto a uno mismo como con los demás allegados. Además, suelen tener pensamientos del tipo, ‘seguro que pierdo el trabajo‘, ‘mis hijos tardan, ¿les habrá ocurrido algo?‘, etcétera.
El problema real al que se enfrenta una persona con ansiedad generalizada es distinguir lo que es posible de lo que es probable. En realidad, todo es posible. Podemos perder el trabajo o suspender un examen que llevamos bien estudiado… Todo es posible. Pero, ¿es probable? Ésa es la cuestión. No todo es probable. Generalmente, los exámenes los aprueban los alumnos que los llevan mejor preparados y los suspenden los que no los llevan lo suficientemente bien preparados. Es cierto que algunos alumnos se ponen nerviosos y no pueden demostrar su conocimiento, pero muy pocos suspenden cuando deberían haber sacado la máxima nota. También podemos perder el trabajo e ir al paro pero, analizado en frío, ¿es eso realmente probable? Aquí puede que sea más difícil dar una respuesta; depende de la estabilidad laboral que nos otorgue nuestro contrato, de la situación económica actual, etc.
Este estado constante y permanente de preocupación les lleva a presentar otros síntomas como por ejemplo, la intranquilidad (no se encuentran bien en ningún sitio), dificultades para conciliar el sueño, problemas de concentración, fatiga… Es comprensible, que las personas que experimentan toda esta sintomatología se fatiguen con mayor facilidad, y que de esta forma se altere su funcionamiento diario, impidiendo incluso llevar a cabo tareas que antes sí era capaz de realizar.
Como consecuencia de todo esto, las personas con ansiedad generalizada desarrollan una serie de síntomas físicos asociados. Resulta muy común que experimenten tensión muscular, dolores de cabeza, temblores, molestias abdominales (náuseas), necesidad de orinar con frecuencia, irritabilidad, entre otros.
La ansiedad generalizada tiene diferentes niveles de gravedad en función de la intensidad de los síntomas y de la medida en que dificulta que el paciente lleve una vida normal. Cuando los niveles de ansiedad son bajos o moderados la persona suele funcionar socialmente bien y puede mantener su trabajo sin problemas, a pesar de la incomodidad de los síntomas. En los casos de mayor gravedad los síntomas pueden ser incapacitantes llegando a limitar la vida de los pacientes de forma muy significativa. Además no es extraño que la ansiedad generalizada se asocie a otros problemas como la depresión u otros trastornos de ansiedad, o al uso abusivo de sustancias como el alcohol o los ansiolíticos, generalmente cuando el trastorno lleva varios años de evolución.
A través de la terapia cognitiva, el psicólogo le ayudará a modificar la tendencia a preocuparse por cosas que la mayoría de personas no se preocupan. Aprenderá a detectar las situaciones que disparan la preocupación y a afrontarlas de una manera diferente
La terapia cognitiva junto con técnicas conductuales y en algunos casos con apoyo farmacológico, logran modificar la tendencia que tiene la mente a “fabricar” pensamientos con contenido catastrofista.